dos monolitos gráciles y estables, firmes en su propia posición, pero siempre dispuestos a reflexionar. el hombre y la mujer, compañeros de viaje y de vida, libres de no tocarse, porque es la luz la que los une. el estremecimiento voluptuoso de la luz roja, cálida, siempre encendida, de la mujer, y el imponente pensamiento blanco del hombre. la armonía entre las dos luces es el origen de la vida.